Dicen los expertos que la nostalgia, lejos de ser un sentimiento triste que ancla a uno en el pasado, tiene la virtud de ayudarnos en los estados depresivos y de llevarnos a ver mejor nuestro futuro por las dosis de dopamina y serotonina que libera en nuestro cuerpo.
En Uruguay, nos contaba ayer una amiga, se celebra la noche de la nostalgia cada 24 de agosto en una fiesta de medio siglo de antigüedad donde todo el país disfruta de una velada de música y baile con la consigna de rememorar esas canciones de nuestro pasado reciente. El recuerdo de nuestra infancia y adolescencia transubstanciado en una explosión de júbilo nacional.
Y ayer también se despedían de Dinamarca dos queridos amigos que, junto a otros que dijeron adiós en el pasado, albergan una mezcla de tristeza y pesar por la marcha, gratitud por lo recibido y expectación por lo que ha de venir. Esa marcha no es en realidad una despedida sino un pasito más añadido a nuestra andadura. Y va dando color a nuestra tacita de café y dejando un poso único para cada uno. Algunos lo leerán luego y la borra del café les revelará un árbol, una mujer, el perfil de un edificio, la silueta de unos acantilados o la imagen de un momento mágico compartido.
La rendija al futuro está siempre abierta y hoy Aarhus recibe a toda una nueva remesa de amigos con nuevas ilusiones, proyectos y expectativas de futuro. También ellos cobijan hoy sentimientos encontrados por lo que acaban de dejar atrás y por lo que se está por venir, y también ellos van dando nuevo color a su poso del café.
Nuestra sonrisa va hoy para todos los que os marcháis y los que habéis vuelto. Va para Irene, para Néstor, para Nacho, Sara y Eva. La misma sonrisa recibe también a todos los que llegáis hoy y a quien estamos todavía por conocer.