Gerda y Laura

El año pasado por estas fechas recordábamos a Nielsine Mathilde Nielsen, la primera mujer licenciada en medicina en Dinamarca y a Dolors Aleu Riera, su homóloga española.  Hoy nuestro homenaje va para dos pintoras de principios del siglo XX: Gerda Wegener y Laura Albéniz Jordana.

A pesar de nacer en el seno de una familia conservadora, o quizá por eso, Gerda Wegener fue una mujer adelantada a su época. Cuesta imaginar que la hija de un párroco de Østjylland se acabara convirtiendo en el principal referente del Art Decó en Dinamarca y en alguien que rompió moldes para vivir como quiso. Lo hizo al amparo de los locos años 20 del París del “laissez-faire” donde sus ilustraciones se cotizaban como pocas, revolucionando la forma en que se representaba la feminidad y retratando de todas las formas posibles a una mujer transgénero, Lili Elbe. Tras esa identidad estaba el que fuera su propio marido, el paisajista Einar Wegener, al que conoció en la escuela de arte, y al que siempre apoyó en su deseo de cambiar de género. Gerda fue “la otra chica danesa”.


Laura Albéniz Jordana apenas contaba con 16 años cuando el Museo de Arte Moderno de Bruselas expuso los dibujos y acuarelas de su colección “Pages d’album”. Su obra -dijeron los críticos de la época- era la encarnación de un nuevo espíritu femenino. A Laura el talento le venía de cuna. Hija del compositor Isaac Albéniz y de la pianista Rosina, Jordana es considerada la precursora del Art Decó en Cataluña. Su apellido le abrió las puertas del París de la Belle Epoque que tan bien reflejó en sus ilustraciones y dibujos y su obra, por mérito propio, gozó de buena aceptación en los círculos artísticos. Más tarde, su obra evolucionó hacia un tono más tradicional y costumbrista, alejado de las jóvenes modernas que había dibujado años atrás.

Amante del arte en general, los salones de su casa acogieron tertulias de intelectuales y artistas de la época. Laura fue también la guardiana de la correspondencia de su padre, aunque ella misma se carteó con compositores como Debussy, Fauré, Debussy o Falla.

Laura no compartía el espíritu trasgresor de Gerda Wegener pero, al igual que ella, dibujó la figura femenina con una mezcla de líneas rectas y sinuosas que definían muy bien a la nueva mujer de la época. Una mujer sensual y elegante pero con rasgos más simplificados y a veces casi andróginos que, con paso rápido, empezaba a caminar hacia una esfera antes inaccesible para ella.