Ragna

Matilde y Ragna

Compromiso es la palabra que une a estas dos mujeres extraordinarias. Mientras Ragna Grubb terminaba sus estudios de arquitectura en 1933, Matilde Ucelay los iniciaba dos años antes, siendo la única mujer que pisaba la Escuela de Arquitectura de la Universidad de Madrid. No había baños para señoritas, contaba ella. Tampoco era habitual que una mujer tuviera su propio estudio de arquitectura. Ragna Grubb lo abrió en el 35, después de ganar el primer premio en el Concurso para diseñar el Edificio de la Mujer (“Kvindernes Hus”). 

Para Matilde más que premios hubo castigo, el motivo: su militancia republicana. Un Consejo de Guerra en 1940 la inhabilitó para ejercer cargos públicos de por vida y para ejercer su profesión durante cinco años. Su título, obtenido en el 36, no se expidió hasta el 46 por haber “auxiliado a la rebelión”. Pero ella logró sortear las prohibiciones del régimen. 

Matilde Ucelay Maortúa

A Ragna le interesaba la vivienda social, quería contribuir a la calidad de vida de quienes habitasen los edificios que diseñaba. Apostaba por los pisos con una distribución más abierta y adecuada para familias de clase trabajadora con muchos hijos. Y esto lo combinó con su otra pasión, el interiorismo y más concretamente el diseño de muebles de madera.  

A Matilde, su condena la apartó de la obra pública, así que volcó toda su creatividad en la obra privada. Le gustaban los detalles, las casas de amplios ventanales donde entrase la luz, los salones amplios. Para ella era importante la armonía entre exterior e interior. Por eso, en un gran número de sus proyectos colaboró con el diseñador de jardines y paisajista, Couchepin. Su legado cubre más de 120 proyectos, entre los cuales se encuentra la casa Benítez de Lugo, en Gran Canaria, la casa Oswald en Puerta de Hierro, los laboratorios Medix, el taller de Encuadernaciones Carrascosa y las Librerías Turner e Hispano-Argentina en Madrid. En 2004 recibió el Premio Nacional de Arquitectura por su trayectoria profesional.