Sofía y Pepa dejan atrás las calles oscuras y resbaladizas de San Petersburgo y suben las largas escaleras de un imponente edificio para llegar al número 67 del tercer piso. A Pepa, fiel criada de Sofía, le late el corazón con fuerza, se sujeta la mantilla y da un grito, aterrada, cuando se quedan a oscuras por un apagón repentino. Sofía no se amedrenta. Arriba, en un pequeño gabinete detrás de una mesa de despacho, les espera Lev Trotsky. Es diciembre de 1917 y la gallega Sofía Casanova está a punto de entrevistar al “más interesante de los camaradas de Lenin” para la crónica que enviará al periódico español ABC.
Al otro lado del hemisferio, a más 10000 kilómetros al sur, Karen escribe cartas sobre la mesa de un escritorio africano. La tarde es demasiado cálida y el té descansa en la taza de porcelana. Mañana se levantará pronto, ensillará el caballo y pasará a inspeccionar el cafetal. Está preocupada. Primero las lluvias torrenciales y ahora una sequía que se prolonga demasiado. Su marido desaparece durante semanas y es ella quien lleva ahora las riendas de la granja. Quizás le proponga a Erik, su amigo sueco, ir de cacería uno de estos días.
Sofía Casanova (1861- 1958) y Karen Blixen (1885-1962) fueron dos intrépidas y brillantes mujeres cuyas vidas se salieron del corsé que la sociedad decimonónica tenía reservada para ellas. De origen gallego, Sofía Guadalupe Pérez Casanova tuvo mil vidas. Empezó a escribir poesía de joven y deslumbró en los salones literarios de Madrid. Se casó con un conde polaco que, años después, la abandonó. Fue testigo directo de la Gran Guerra, la Revolución Rusa y la invasión alemana de Polonia, cuyos estragos detalló en las crónicas que enviaba a Madrid como corresponsal de guerra. Continuó escribiendo hasta sus últimos días, a pesar de estar casi ciega por un golpe recibido durante la revuelta rusa.
A los 29 años, Karen von Blixen-Finecke dejó Dinamarca para mudarse a Kenya con su marido. Vivió allí hasta los 46 y no fue hasta los 48 años cuando debutó como escritora bajo el pseudónimo de Isak Dinesen. Ella que ya desde niña amaba el arte y la literatura, utilizó su apellido de soltera y publicó en inglés, y en Estados Unidos, por primera vez. Después llegaría su mundialmente famosa “Memorias de África”. Tuvo una infancia privilegiada, marcada por el suicidio de su padre y la enorme influencia de las mujeres de la familia: su madre, su abuela y muy especialmente su tía Bess. Su nombre apareció varios años en las quinielas del Nobel de Literatura, pero este galardón se le resistió. Ernest Hemingway, que lo recibió en 1954, dijo que Blixen lo merecía tanto o más que él.
Dos increíbles mujeres que marcaron una senda para muchas otras. Si queréis saber más sobre sus historias, no dejéis de escuchar estos dos interesantísimos podcasts:
Sofía Casanova: Corresponsal de Guerra
Grandes Infelices: Karen Blixen